Dédalo fue el arquitecto y escultor habitual del rey Minos. Construyó para él un palacio de intrincados corredores, llamado el Laberinto de Creta, donde encerró al monstruo llamado el Minotauro.
LA CAÍDA DE ÍCARO (Jacob Peter Gowy, 1637) |
Ariadna, hija de Minos, quiso ayudar a Teseo cuando éste vino a matar al Minotauro. Le preguntó a Dédalo qué podía hacer para conseguir que Teseo lograse su objetivo. Éste le dijo que le diese un ovillo de lana y que, atándolo a su cintura de un extremo y a la entrada del Laberinto por el otro, podría adentrarse y luego volver sobre sus pasos.
Al conocer Minos el éxito de Teseo y el truco del ovillo, encarceló a Dédalo junto con su hijo Ícaro en el Laberinto.
Pensando que la única forma de escapar de allí era por el aire, Dédalo fabricó unas alas y otras para su hijo y las pegó con cera. El invento funcionó a la perfección, pero Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado bajo, porque las alas se mojarían, y tampoco demasiado alto pues los rayos del sol podrían derretir la cera de las alas.
Cuando escapaban volando por los aires, el imprudente y orgulloso Ícaro desobedeció a su padre y se elevó tan cerca del sol que la cera de sus alas se derritió y cayó al mar, donde se ahogó cerca de la isla de Samos. Desde entonces ese mar se llama Mar de Icaria.