EL REY DE LOS MONOS (Cuento hindú)
Los hindúes admiran profundamente a Buda, a pesar de
que su enseñanza se salió de la ortodoxia hinduista. Esta
historia tiene por protagonista a Buda y la narran los maestros
hindúes. Además, hay otro protagonista en este cuento:
el rey de los monos, personaje que se repite en los cuentos
hindúes.
Un día el rey de los monos oyó hablar de Buda, al que
consideraban sus seguidores un gran ser. «Si es un gran ser
-se dijo el mono- yo no puedo dejar de conocerlo. ¿Acaso
no soy el rey de los monos? Está bien que a ese gran hombre
le admiren, pero él me admirará a mí, porque soy fuerte,
intrépido y poderoso».
El rey de los monos se presentó ante Buda, que acababa
de pronunciar un sermón precisamente sobre la compasión y
la humildad. La verdad es que el mono era ágil y fuerte, sin
embargo, era sumamente arrogante y soberbio.
- ¿Qué tal estás, amigo? - le saludó el Buda con afecto.
- ¿Cómo voy a estar, señor? Miradme. Soy fuerte, valiente,
ágil y listo. Soy el rey de los monos. No podría haber sido de
otra forma. Nada me arredra y no hay lugar al que yo no
pueda ir.
- ¿De veras? - preguntó con ironía Buda, sin que la misma
fuera captada por el animal.
- ¡Y tan de veras! Te lo
puedo demostrar ¿Dónde
quieres que vaya?
- Si te empeñas -
repuso Buda -, donde a
ti te apetezca ir; aunque
quizá deberías saber que
el mejor sitio está dentro de uno.
El mono le miró sorprendido.
La verdad es
que no era aquél un
hombre corriente. Dijo
con evidente prepotencia:
- Veloz como un rayo,
con el ánimo diligente y
recurriendo a todo mi poder, que es mucho, voy a viajar
hasta el fin del mundo y luego volveré hasta ti.
- Si es lo que quieres...
- Te lo demostraré, gran ser.
El mono dio un impresionante salto y partió veloz. Corrió
con toda la energía de sus resistentes patas. Cruzó valles,
dunas, desiertos, montañas, junglas, desfiladeros, cañones,
ríos, mares y cordilleras. Fueron días y días de una galopante
carrera, hasta que al final llegó a un lugar en el que divisó
cinco inmensas columnas y más allá, el vacío absoluto.
- No hay duda - se dijo -, éste es el fin del mundo.
Para marcar su territorio, el mono orinó en aquellas gigantescas
columnas. Luego regresó corriendo hacia el punto de
partida. De nuevo atravesó velozmente, a lo largo de días,
mares y ríos, cordilleras y valles, desiertos, dunas y desfiladeros.
Llegó por fin donde estaba Buda.
Jadeante, el mono dijo:
- ¿Te das cuenta, señor? He llegado al fin del mundo. Soy
el más poderoso, el más ágil, el más resistente, el mejor
entre los mejores.
Los ojos despejados de Buda se clavaron en los del petulante
rey de los monos. Buda dijo:
- Por favor, amigo, mira a tu alrededor
El mono miró a su alrededor. ¡Por todos los dioses! Estaba
en la palma de la mano de Buda y comprendió que nunca
había salido de la misma. ¡Qué mal olía! Era su propia fétida
orina derramada en los cinco dedos de la mano de Buda que
había tomado por columnas y, más allá, el vacío. ¡Ni siquiera
había salido de su mano!